Whitechapel, un inframundo en el londres victoriano.(Jack el Destripador, un asesino de leyenda. Cap. II)

Por Susana Gómez

En el  artículo "Tras los pasos de Jack el Destripador" os planteé una serie de preguntas de difícil respuesta pero que nos permiten, a los amantes del género criminal, elucubrar y crear nuestras propias teorías.

En ese artículo os preguntaba si los crímenes del Destripador no serían una forma de llamar la atención sobre una zona olvidada y de escasa vigilancia policial. Mi opinión es que esa teoría es perfectamente válida, y realmente nadie nos va a decir si el pensamiento es correcto o no, ya que el criminal no fue identificado y por lo tanto, todo lo concerniente a los asesinatos e imposible de confirmar, son hipótesis.
Pero para entender la situación que se vivía día a día y noche tras noche en ese barrio londinense de Whitechapel (East End), debemos viajar hacia atrás en el tiempo, remontarnos hasta mucho antes de que Jack el Destripador comenzase con su carnicería en el otoño de 1888.

De sobra es sabido que el Imperio Británico se había centrado durante varios siglos en la conquista y colonización, lo que le había llevado a un periodo de gran actividad comercial, contribuyendo al crecimiento económico del Reino Unido.

A esto hay que sumarle la revolución industrial que comenzó en la segunda mitad del siglo XVIII, entre 1740 y 1850, y que provocó un rápido crecimiento en las ciudades.

Pero ese periodo de brillantez solo es visible en los bolsillos de los más afortunados, y aunque la sociedad victoriana admira el gran desarrollo tecnológico que está teniendo lugar, la clase humilde no lo ve con los mismos ojos.
En las clases bajas repercute lo más negativo de ese desarrollo industrial: la explotación laboral, con sueldos muy bajos y jornadas laborales que superaban las catorce horas.

La plaga de la patata que asoló los cultivos en toda Europa en la década de 1840, en Irlanda se tradujo en una gran hambruna, obligando a un éxodo masivo de la población, desde zonas rurales hacia las ciudades, en busca de una vida mejor.
En el periodo comprendido entre 1873 y 1901, las dificultades para el Reino Unido se agravan.
En 1874, la compañía de las Indias Orientales se disuelve debido a problemas recurrentes con sus finanzas.
Muchas empresas van a la quiebra, arrastrando consigo a pequeños negocios, y repercutiendo, como siempre, en los más desfavorecidos.
Algunas zonas de Londres, que ya eran zonas marginales atestadas de gente, atraen las peores actividades, y con ellas más pobreza, más hacinamiento,  más insalubridad y más delincuencia.

En la década de 1880, el barrio marginal de Whitechapel situado en el East End de Londres, vuelve a sufrir un incremento considerable en el número de habitantes, debido a otra ola migratoria desde Europa, los famosos pogromos, en que cerca de dos millones de judíos rusos emigraron hacia distintos puntos del globo, entre ellos Inglaterra y Estados Unidos.

Los asesinatos, los ajustes de cuentas y los robos que se habían convertido en algo habitual, se multiplicaron, sin que nadie en las altas esferas se molestase en poner remedio.

Entre 1873 y 1874 habían empezado a aparecer restos humanos diseminados en torno al río Támesis. En 1887 las mutilaciones vuelven a sembrar el río y entra en escena la figura de "El descuartizador del Támesis", también llamado "Asesino de los torsos del Támesis o Asesino del torso", otro "supuesto"asesino serial no identificado.
En el otoño de 1888, tanto El Descuartizador del Támesis como Jack el destripador operaban en la zona, causando un terror generalizado en el distrito.

Según algunas fuentes consultadas, en 1888 en el barrio de Whitechapel había 62 burdeles y más de 1200 prostitutas, además de que el número de contrabandistas se había disparado.

Al caer la noche, en Whitechapel y en los barrios circundantes, era habitual observar el incesante paso de carruajes que dejaban a individuos, de apariencia respetable, al amparo de sus oscuras callejuelas. La nocturnidad, la espesa niebla y la escasa iluminación, aportaban el anonimato buscado.
En esa zona, el sexo, la absenta y los fumaderos de opio aseguraban un pasaporte hacia el olvido, imposible de obtener en otros puntos de la gran urbe; así que no sería de extrañar, lo que os planteaba al comienzo, que los crímenes fueran concebidos como un intento de llamar la atención sobre esa zona marginal, con escasa o nula presencia policial, en un intento por cerrar o limitar el acceso a esos antros que de forma tan perfecta, vívida y experimentada, logró plasmar Oscar Wilde en una de sus obras más famosas, El retrato de Dorian Gray:

"El rostro de Dorian Gray se crispó un instante; luego contempló las grotescas figuras que yacían sobre los mugrientos colchones en extrañas posturas. Los miembros contorsionados, las bocas abiertas, las miradas perdidas y los ojos vidriosos le fascinaban. Sabía en qué extraños paraísos se dedicaban al sufrimiento y qué tristes infiernos les enseñaban el secreto de alguna nueva alegría. Eran más afortunados que él, prisionero de sus pensamientos. La memoria, como una horrible enfermedad, le devoraba el alma. De cuando en cuando le parecía ver los ojos de Basil Hallward que lo miraban. Comprendió, sin embargo, que no podía quedarse allí. La presencia de Adrian Singleton le pertubaba. Quería estar en un lugar donde nadie supiera quién era. Quería huir de sí mismo.

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