Andrei Chikatilo: El "Hannibal Lecter ruso". (Historias de asesinos que inspiraron libros XVI)

Por Gabriel Pombo
Andrei Romanovich Chikatilo nació el 16 de octubre de 1936 en Ucrania, estado integrante de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y, con el correr del tiempo, gozó del infame mérito de ser reputado el peor asesino en serie ruso de la época moderna. Su lista mortuoria incluye cincuenta y tres homicidios, y fueron hallados cincuenta y dos cadáveres de sus víctimas.
 
Encontrado culpable por la referida cifra de homicidios y también, en algún caso, por el conexo delito de violación, resultó condenado a muerte, y finalmente ejecutado, mediante un disparo en la nuca que le fuera propinado en su celda, en el año 1994. Se trataba de un hombre de familia de apariencia normal, casado y con dos hijas.
 
Su asesinato primerizo lo cometió en el año 1978, cuando ya contaba con más de cuarenta años, y su presa humana la constituyó una niña a la cual quiso violar, pero su natural impotencia se lo impidió, por lo que encauzó en el apuñalamiento y en la visión de la sangre el único desahogo posible a sus perversos instintos.
 
Otro individuo sobre el cual recaían antecedente penales a causa de un anterior homicidio —Alexander Kravchenko—terminó, por trágico error, siendo condenado a muerte en su lugar y, gracias a ello, el verdadero culpable pudo eludir a la justicia ya en su inicial crimen. Continuaría sumando agresiones hasta llegar a perpetrar —tal cual hemos señalado—cincuenta y tres horribles asesinatos.
 
Las carencias del sistema penal y policial soviético dieron alas al trastornado, quien durante largo tiempo creyó que podía salir impune. El sujeto varias veces fue estimado como serio sospechoso, e indagado por las autoridades; aunque logró escapar del peligro merced a una circunstancia casi increíble.
 
La policía buscaba a un ejecutor con determinado grupo sanguíneo en atención al tipo de semen que los médicos forenses habían detectado en los cuerpos de las víctimas, y este hombre constituía uno de esos muy raros casos —literalmente uno en un millón—donde no concordaba el grupo sanguíneo con el de su esperma. Dado que lo usual consistía en obtener una muestra de sangre del sospechoso, y compararla con las muestras seminales que disponían del asesino, al no casar las mismas el individuo era puesto en libertad. Su suerte cambió un día —tras otra de sus reiteradas detenciones, pues a menudo lo sorprendían merodeando por el escenario de los crímenes—cuando a un avispado detective se le ocurrió que, para mayor seguridad, debía extraerse una muestra de semen de Andrei Chikatilo.
 
Una vez practicado dicho examen, y ante el asombro de la policía, se comprobó que su grupo sanguíneo y el de su esperma eran diferentes, y que su semen efectivamente coincidía con el hallado en los cadáveres. La pieza que faltaba para incriminar al escurridizo depredador por fin aparecía, y el rompecabezas había sido completado.
 
Esta persona, contra lo que pudiera creerse, no era un demente declarado ni mucho menos, sino que aparentaba ser un ciudadano modelo. A la inversa de lo que podría esperarse de un marginal desorientado, llevaba una existencia clásica y era miembro del entonces dominante Partido Comunista Soviético. Fungió de maestro en varias instituciones educativas —aunque al menos dos veces lo expulsaron por conducta indecorosa—y luego desempeñaría el cargo de gerente en más de una fábrica. Precisamente, su trabajo le permitía recorrer bajo las órdenes de sus patronos el inmenso país.
 
Fue durante sus paradas laborales —especialmente en la ciudad de Rostov, lo cual le valió el innoble mote de "Carnicero de Rostov"—mientras aguardaba la salida de los trenes para volver al calor de su hogar, donde se dedicaba a seducir con algo de dinero, o por medio de la promesa de darles comida en su "dacha" —casa de campo soviética—a prostitutas, vagabundos, e incluso niños, a los cuales ultimaba con inaudita saña en los bosques de Rostov y otras localidades.
 
Conforme le enseñó a los pesquisas, a través de muñecos durante las reconstrucciones forenses de sus tropelías, su método a la hora de finiquitar observaba una pauta regular. Siempre blandía el cuchillo con su mano izquierda, y se conservaba a prudente distancia del objeto de su agresión, a fin de evitar mancharse con la sangre. Sin embargo, el depredador mutaba sus tácticas de abordaje letal de acuerdo con la clase de presas que en cada oportunidad escogía.
 
Si se trataba de infantes el asesino los tentaba con chicles, dulces o hipotéticos regalos de sellos, videocasetes, o deliciosas comidas que les iría a preparar en su "dacha" imaginaria, siempre situada en la otra punta del camino del bosque. El verdugo había tomado cursos de educación a nivel universitario y trabajó con niños durante muchos años. Quedo claro que, pese a haber fracasado como profesor, sabía muy bien que cosas debía prometer a sus víctimas para facilitar el éxito de sus ataques.
 
Si, por el contrario, la víctima elegida era una mujer de baja moralidad o una meretriz, el homicida le ofrecía dinero o alcohol a efectos de que lo acompañasen a algún sitio apartado. En ocasiones se limitaba a ofrecerles un encuentro sexual. La potencia viril que aparentaba tener el matador las inducía a aceptar gustosas su propuesta sin, por cierto, imaginarse el cruel desenlace que les estaba deparado.
Al igual que Jack el Destripador hiciera en Londres a fines del siglo XX, el psicópata ruso también mostraba el hábito de extraer órganos a los cuerpos de aquellos a quienes ferozmente acuchillaba. Y sucedió que, en medio de su extraordinario proceso penal, el ultimador serial confesó que consumía esas partes internas humanas, cumpliendo de ese modo con un extraño y místico ritual. Asimismo, este sanguinario maníaco puede ser asociado con el Ripper británico por el hecho de que, cuando acometía sus desmanes, los cuchillos configuraban su exclusiva herramienta mortal. Fue localizada una terrorífica cantidad de estas armas blancas al requisarse su vivienda.
 
De aquí que el sádico comportamiento criminal de Andrei Chikatilo nos recuerda en este punto los ecos de la conducta del mutilador victoriano quien, en una de sus burlonas cartas, se lamentaba por haber extraviado uno de sus "bonitos cuchillos" en el curso de sus letales incursiones.

Este asesino serial ha inspirado libros y películas, aunque también algún single musical, temas y poemas.
El best-seller, El niño 44, publicado en 2008 se inspira en este sujeto, aunque ya sabéis lo que opinamos sobre el término inspirar, que luego cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
Tom Rob Smith, autor de esta novela, vendió los derechos para llevar la historia al cine, siendo adquiridos por Ridley Scott.

Ciudadano X, película de 1995, también se basa en este asesino serial y en ella se muestran los esfuerzos de la policía por capturarlo, mientras que la burocracia dificulta su captura.

Y hasta aquí el artículo de hoy.
Como siempre esperamos que haya sido de vuestro agrado.

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