Zodiac Killer. El asesino fantasma (segunda parte)(Historias de asesinos que inspiraron libros XV)

Tal y como os avanzamos en el primer artículo dedicado a este asesino serial, en esta segunda entrega, nuestro colaborador Gabriel Pombo profundizará en el modus operandi del criminal y en sus víctimas.
El último artículo que publicaremos en las próximas semanas estará dedicado a las similitudes entre Zodiac Killer y Jack el Destripador.
Esperamos poder contar de nuevo con vuestra atención.

Susana Gómez. Directora de TNT. Revista Digital

Por Gabriel Pombo.
Modus operandi del "Zodiac Killer". 

Su campaña de terror comenzó el 20 de diciembre de 1968 cuando la emprendió contra dos adolescentes –David Arthur Faraday de 17 años y Betty Lou Jensen de 16 años– ejecutándolos mediante tiros de arma de fuego de grueso calibre en Lake Herman Road, zona próxima a los límites de la ciudad de Benicia. 
Se trataba de la primera cita de ambos chicos quienes planeaban asistir a un concierto de navidad que se llevaría a cabo en Hogan High, lugar emplazado a sólo unas cuadras de distancia de la casa de Betty. Para su desgracia los muchachos en el último momento modificaron sus planes y resolvieron hacer una visita a un amigo que vivía más lejos. Por tal razón antes de enfilar para el concierto se detuvieron con su coche en un restaurante local a comer un bocadillo. Luego de esto, a eso de las 22 y 15, Faraday y Jensen se estacionaron con su coche en un cruce existente en Lake Herman Road. Mientras estaban detenidos en espera de que se les franqueara el paso, el criminal aparcó su automóvil contiguo al lugar en donde estaba ubicado el de sus futuras víctimas. 
Raudamente descendió del vehículo y, revolver en mano, descerrajó varios disparos contra la juvenil pareja. 
La primera de las balas impactó en la cabeza del muchacho y las cinco siguientes penetraron en la espalda de la chica quien había descendido de su vehículo intentando desesperadamente huir. 
Este doble crimen se investigó por cuenta de la policía del condado de Solano, en cuyo ámbito de competencia el mismo fuera efectuado, pero no se hallaron pistas dignas de seguir. 

El segundo ataque mortal efectuado por el psicópata también tendría por blanco a otra pareja de jóvenes. 
El 4 de julio de 1969, en la zona de Blue Rocks Spring en un campo de golf situado a las afueras de la localidad de Vallejo, agrediría a balazos a Michael Renault Mageau de 19 años y a Darlene Elizabeth Ferrin de 22 años, mientras los muchachos se hallaban en el interior de un automóvil. 
Darlene fallecería como consecuencia de sus heridas pese a recibir desesperados primeros auxilios en el Hospital Kaiser Foundation. Michael en cambio, aunque gravemente herido, logró sobrevivir. 
La agresión se llevó a cabo cerca de la media noche en el estacionamiento del citado campo de golf dentro de una zona que caía bajo la jurisdicción de la policía del condado de Vallejo. Mientras los jóvenes charlaban sentados en su coche, otro vehículo aparcó repentinamente cerca de ellos pero enseguida arrancó alejándose de allí. Sin embargo, en menos de diez minutos el mismo rodado regresaría conducido a toda velocidad por el asesino y se estacionaría detrás del automóvil de quienes constituían su objetivo homicida para impedirles, de ese modo, cualquier posible escapatoria. El conductor dio un saltó veloz desde su vehículo portando en una de sus manos una potente linterna cuyo su haz lumínico dirigió sobre la cara de los chicos quienes cegados por el resplandor no pudieron advertir el revolver de grueso calibre que su atacante empuñaba en la otra mano. 
El agresor tiró del gatillo de su arma y una sucesión de tiros se estrellarían en los cuerpos de los indefensos jóvenes matando a la chica y salvando la vida el muchacho pese a recibir impactos de bala en el cuello, el pecho y el rostro. 
Por primera vez, el criminal se haría público al llamar desde una cabina de teléfono a la comisaría de Vallejo dando avisó de que había ultimado a dos personas y suministrando el lugar preciso donde se estacionaba el vehículo en cuyo interior encontrarían a los pretendidos cadáveres. Y no sólo ello, sino que el comunicante igualmente se atribuyó haber dado muerte a dos adolescentes en Lake Herman Road, Benicia, en alusión al asesinato de David Faraday y Betty Lou Jensen. 

El homicidio de la atractiva Darlene Ferrin sería clave, según la postura de algunos autores, para desvelar el misterio que rodeó a estos sucesos. 
La chica trabajaba como camarera en el pub Ferry ´s Waffle House sito en la localidad de Vallejo. Se pretendió que el criminal era un cliente regular y admirador de la atractiva joven. Esta última, de acuerdo a dicha versión, conocía bien la identidad de quien a la postre resultaría ser su asesino. Sería el temor de ser denunciado por la mujer –la cual de algún modo se habría enterado de los dos homicidios anteriores cometidos por este hombre– o, tal vez, una tentativa de chantaje practicada por parte de la chica el motivo determinante de la realización de este crimen en particular. Atento a esa hipótesis, expuesta en el libro titulado “Zodíaco” escrito por Robert Graysmith, el acompañante masculino de Darlene casi perdería la vida –tras recibir una andanada de disparos– por pura mala fortuna y tan solo debido a que se encontró en el momento y lugar equivocado. De todas formas, la teoría antedicha carece de pruebas firmes y se basa esencialmente en datos sólo circunstanciales. Además, de concederse crédito a la tesis de que Darlene Ferrin fue eliminada porque sabía demasiado y se había convertido en una amenaza para el maníaco –y que, por consiguiente, Michael Renault Mageau, fue gravemente herido porque el atacante no podía dejar testigos con vida– debería aceptarse que el Zodíaco habría aquí actuado no ya como un asesino serial sino como un spree killer
Como ya hemos visto, esta última representa una categoría de homicidas que los expertos en ciencia criminal concuerdan que se caracteriza porque allí el criminal se apersona a la escena del crimen movido por el objetivo de ultimar a uno o a varios individuos pero termina matando a otras personas en el decurso de su accionar y básicamente elimina también a esos terceros diversos del propósito central que fundamentase su comportamiento letal para hacer desaparecer de esa manera a testigos peligrosos. 

No se conocen casos de homicidas en serie que en el transcurrir de su secuencia criminal actuaran como si fueran spree killers. Cuando el Zodíaco ejecutó al taxista Paul Lee Stine no modificó por ello su naturaleza de asesino serial. Y lo dicho en tanto el objetivo cardinal de aquel acto radicó en conseguir una víctima, en matar por propio hecho de matar sin que ese acto lo realizara con una intención diversa a ese propósito como podría ser, por ejemplo, el interés económico o el deseo de silenciar a un testigo molesto. Su delito constituyó un fin en sí mismo. 
No se trató de un homicidio perpetrado a modo de medio para, a través del mismo, asegurar o facilitar un segundo delito, el cual realmente configuraba el objetivo esencial del matador. De modo pues que las precedentes consideraciones vienen a contradecir la hipótesis de que –en aquel que finalmente conformase su tercer homicidio– el criminal ultimase a su víctima –e hiriera con pretensión de matar a su acompañante– inducido por razones distintas a la compulsión “pura” de asesinar que determina las acciones de un asesino en serie como innegablemente lo era el llamado Zodíaco. 

El tercer acometimiento criminal lo llevaría a cabo el homicida cuyos actos venimos reseñando el día 27 de setiembre de 1969 en la costa de un lago artificial –Lake Berriesa– ubicado en el condado de Napa. 
En dicha ocasión el ultimador, vistiendo un extraño atuendo de tipo militar con capucha negra, apuntó su revolver sobre los jóvenes Bryan Calvin Hartnell de 20 años y Cecilia Ann Shepard de 22 años. A pesar de que el muchacho le ofreciera su billetera y le entregó las llaves de su auto para que el asaltante se lo llevara éste amarró a la pareja mediante cuerdas que portaba a tal fin y, acto seguido, extrajo una afilada cuchilla con la cual procedió inferirles feroces incisiones. Hartnell sobrevivió milagrosamente tras permanecer en estado de coma durante tres meses después de que seis puñaladas surcaran su espalda. La joven Shepard, por el contrario, expiraría dos días después, pese a los intensos cuidados que se le dispensaran en el hospital Queen of Valley de la localidad de Napa. 

La última persona cuya muerte con seguridad se debió a la saña criminal del monstruo resultó ser un taxista que lo tuvo por pasajero. Paul Lee Stine de 29 años caería bajo las balas del Zodíaco el 11 de octubre de 1969 en Presidio Heights, San Francisco. Con la realización de este último asesinato pareció que el psicópata estaba alterando radicalmente su patrón de conducta y su modus operandi homicida, razón por la cual al principio se dudó que el mismo sujeto que había cometido los crímenes antes descritos fuese igualmente el responsable de la muerte del infortunado trabajador del volante. No obstante, informes suministrados por testigos presenciales de la agresión contra el taxista y –posteriormente– la confirmación manifestada de modo directo a través de sus comunicados por cuenta del propio delincuente llevarían a la certeza de que este asesinato sin lugar a dudas también le perteneció. 

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