Albert Fish. El abuelo sanguinario (Historias de asesinos que inspiraron libros XII)

Por Gabriel Pombo
El canibal Albert Fish fotografiado tras su captura
Albert Fish es el nombre de un gran perturbado cuyo aspecto semejaba al de un inofensivo ancianito y que en realidad escondía a uno de los más depravados asesinos en serie de los Estados Unidos de Norteamérica.
Sus víctimas resultaron niños a los cuales imponía terribles vejámenes antes de ultimarlos.
Albert Fish no solamente se solazaba provocando dolor a los demás sino que se sometía a sí mismo a violencias inauditas. Basta con señalar que se introducía alfileres debajo de sus uñas hasta alcanzar el paroxismo del sufrimiento y, luego de ser ejecutado, se le hallaron una colección de agujas y alfileres oxidados que se había insertado profundamente en los testículos, el ano y el escroto.

También acostumbraba golpearse con tablones que portaban clavos adheridos a sus extremos. Se castigaba con suma fuerza hasta hacerse brotar sangre al tiempo que gritaba: ¡Soy Jesucristo!

En fin, los médicos que lo examinaron en la cárcel tendrían que haber emitido un inapelable informe acreditando su desquicio psíquico, y ello hubiere sido suficiente para salvarle de la pena capital.
Sin embargo, sus barrabasadas en desmedro de menores de edad resultaron tan aberrantes y repulsivas que el jurado dictó un veredicto de culpabilidad reputándolo cuerdo y condenándolo como legalmente responsable de sus actos. Los crímenes cometidos por este monstruo incluían la práctica de canibalismo.
No obstante, sí mostró habilidad para atrapar a sus víctimas y supo ser un diestro actor abusando de la credulidad de padres que les entregaron a sus hijos porque creyeron que tan sólo era un bien intencionado abuelito.
Así fue como los progenitores de Grace Budd, niña de nueve años, le permitieron que la llevase consigo al cumpleaños de la nieta de éste el cual -según Fish les pretextó- tendría efecto coincidentemente ese día.
La pobre Grace desapareció y terminó siendo ultrajada y, una vez muerta, su cuerpo fue canibalizado por el desequilibrado sujeto.
Cuando finalmente se lo apresó los atónitos investigadores policiales registraron sus cínicas confesiones, y así supieron que el criminal había segado la existencia de -cuando menos- una docena de niños pobres a lo largo de una sanguinaria orgía concretada en el correr de sus andanzas por varios estados norteaméricanos.

El 16 de enero de 1936 fue ejecutado en cumplimiento de sentencia que lo condenó a morir por electrocución en la silla eléctrica de la famosa prisión de Sing Sing.
Lejos de aterrorizarse parece que casi disfrutó con el episodio y que ayudó a los guardias a amarrarle las correas, pues quería saber qué se sentía al ser recorrido su cuerpo por la corriente eléctrica. "Será el último extremecimiento y placer que sentiré en mi vida", declaró ante los asombrados policías que lo condujeron a la sala de ejecución.
Fueron precisas dos tentativas para acabar con su existencia.
La primera descarga hizo cortocircuito (no es una broma) debido a los alfileres y agujas que tenía insertos en sus testículos y escroto.

La literatura se ha nutrido de la vida de este macabro personaje y es sencillo, con una simple búsqueda en internet, encontrar un sinfín de referencias sobre él.
También fue personaje central de varias películas, la más conocida lleva el título en castellano de "El hombre gris", "The Gray Man" que primero se tituló "Wysteria: The Horrible Story of Albert Fisth.
Otra película inspirada en este caso es la que se titula simplemente "Albert Fish".

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