Guía de sospechosos III. (Jack el Destripador. Un asesino de leyenda cap. V)

Por Gabriel Pombo

Doctor William Gull

La postulación de que el Dr. William Withey Gull fuera el asesino de Whitechapel está estrechamente ligada a la denominada: “Teoría de la conspiración monárquico masónica”
Stephen Knigth en su libro de 1976 “Jack the Ripper. The final solution” adujo que los crímenes cometidos en el este de Londres fueron obra de un colectivo de asesinos, en el cual el papel de principal ejecutor se asignó al Dr. Gull. 
Su cochero, John Charles Netley, lo conduciría en su carruaje privado secundándolo en las tropelías, y un tercer participante (en apariencia el pintor Walter Richard Sickert) también lo ayudaría. Pero, claro está, el auxilio mayor para que el ejecutor saliera impune lo suministrarían altas autoridades del gobierno monárquico y de la orden masónica, a la cual el doctor pertenecía. 

El móvil de los homicidios, y la excesiva crueldad de los mismos, radicaría en el desorden cerebral que afectaba al facultativo, quien soportó en 1887 un ataque cardíaco que le produjo afasia, trastorno generador de estados de alucinación.
From Hell (2001)

El galeno habría sido contactado por jerarcas del gobierno británico para poner fin al peligro de chantaje contra la Corona que pretendían llevar adelante las meretrices Polly Nichols, Annie Chapman, Liz Stride y Mary Kelly (a Catherine Eddowes la ultimarían por error). Las luego difuntas estarían, de acuerdo con esta proposición, en conocimiento del matrimonio semiclandestino del Príncipe Albert Víctor con la plebeya y católica Annie Crook, que engendró una hija del futuro monarca. Debía evitarse a cualquier precio que tan bochornoso escándalo trascendiera. Pero al parecer el médico, impelido por el desorden psíquico que lo agobiaba, mal interpretó o exageró el cometido que en la conjura le habían adjudicado.

Vale decir, no le habrían pedido que asesinase a las mujeres, sino más bien que las asustara o que ejercitase sobre ellas operaciones de lobotomía, como la que, según se pretendió, practicó a Annie Crook (recordemos esas patéticas escenas en el filme From Hell del año 2001, protagonizada por Johnny Depp).
Sin embargo, lamentablemente, el desquicio que padecía transformó al respetable galeno en el monstruo que la posteridad conocería como Jack el Destripador.
Tal representa, en síntesis, la (poco creíble) hipótesis donde se implica al Dr. William Whitey Gull en los crímenes del “otoño de terror”.


 Robert Donston Stephenson

Robert Donston Stephenson de cuarenta y ocho años en 1888, entraba y salía con cada vez más asiduidad del Hospital de Londres sito en Whitechapel, en donde lo trataban por sus afecciones psiquiátricas. No obstante, más que un enajenado, el individuo era un excéntrico, alcohólico y charlatán. Su poder de persuasión era muy grande y logró ganarse fama de experto y practicante de magia negra.

Su bella y juvenil amante (Mabel Collins) y una aristocrática socia (la baronesa Vittoria Cremers), lo mantenían económicamente, lo mimaban y lo consideraban una persona excepcional. Por lo menos lo tuvieron como un ser extraordinario hasta cuando comenzó a volverse patente que el hombre desvariaba, pues pretendía, alternativamente, saber quién era el Destripador, o bien insinuaba que él mismo lo era. 
Donston llegó al extremo de denunciar a uno sus médicos tratantes acusándolo de ser el asesino. Su denuncia fue desechada por la policía. A su vez, un socio ocasional lo acusó a él de ser el Ripper. Esta segunda denuncia igualmente fue desestimada. 

El autor Ivor Edwards plantea que Robert Donston en verdad fue Jack the Ripper, y que sus homicidios se inspiraron en un ceremonial diabólico basado en la configuración de los lugares en donde aparecieron los cadáveres de las víctimas. 
La teoría de Ivor Edwards tiene su remoto origen en artículos periodísticos escritos por el célebre espiritista Alesteir Crowley, partidario de que el satanismo estuvo detrás de aquellos asesinatos, y de que Donston configuraba el candidato más probable. Por cierto que tales hipótesis no son contempladas seriamente por los especialistas en la historia de estos crímenes victorianos.

Walter Sickert

El pintor impresionista británico Walter Richard Sickert fue un tardío nominado a la identidad de Jack el Destripador
Al igual que ocurriera con el Príncipe Albert Víctor y con el Dr. William Gull, su nombre empezó a destacarse en este caso criminal a partir de la teoría de la conspiración monárquicomasónica. 
La diferencia con los otros dos personajes históricos antes mencionados reside en que, mientras el aristócrata y el galeno nada hicieron para verse involucrados con la tétrica figura del Destripador londinense, Walter Sickert, en cambio, vivió obsesionado con este homicida múltiple.
Obra de Walter Sickert

De tal extraña obsesión hay sobradas pruebas. Por ejemplo, pintó lienzos dedicados al criminal, a saber: “Jack en tierra” y “El dormitorio de Jack el Destripador”
Otras obras pictóricas que hoy día se exponen en la Galería Tate también serían reflejo de las matanzas victorianas. A su vez, una retahíla de cuadros suyos muy conocida se inspiró en el asesinato de una prostituta, acaecido en Camden Town el 12 de septiembre del año 1907, y más de un perito en arte cree advertir en esas pinturas una recreación de las víctimas del otoño del terror de 1888.

Se especula, asimismo, que algunas de las cartas remitidas a la prensa y a la policía en la época de los homicidios conformaron facturación de este artista, aunque las habría redactado en vena de broma, igual que lo hicieron tantos ingleses.


 William Bury

William Henry Bury contaba con veintinueve años de edad en 1888 y residía en la localidad inglesa de Bow, donde convivía con su joven cónyuge Ellen Elliot con la cual había contraído enlace en el mes de abril de aquel año. 
El matrimonio vivió en el East End de Londres hasta enero de 1889 y luego se mudaron a la ciudad escocesa de Dundee. El hombre se apersonó a la estación de policía local en la mañana del 10 de febrero de 1889 pretendiendo que su esposa –la cual ejercía la prostitución– se había suicidado. Pero las pruebas forenses se mostraron muy decisivas en su contra y bastaron a fin de esclarecer la situación sin dejar sombra de duda. 

La realidad era que el individuo asesinó a su mujer valiéndose de una cuerda con la cual la estranguló. 
Tras desmayar a su víctima, Bury le asestó feroces puñaladas en la región abdominal y genital causándole el deceso. Culminada su pérfida agresión escondió el cuchillo ensangrentado dentro del hueco de un árbol. Una notable curiosidad fincó en que sobre la puerta de ingreso del edificio de apartamentos donde moraba el victimario alguien había trazado con letras de color rojo la advertencia: “Jack el Destripador se oculta detrás de esta puerta”
A su vez, en la pared adyacente a la escalera que conducía al sótano se leía, estampada con tiza, una segunda frase acusatoria: “Jack el Destripador está en este sótano”

Otros datos más objetivos incriminaban al sujeto, pues los médicos forenses creyeron percibir marcadas analogías entre las heridas mortales de su esposa y las patéticas incisiones ventrales infligidas a las víctimas del Ripper. En todos los casos, además, las extintas fungían de meretrices, al igual que la desafortunada Ellen. 

El tribunal de Dundee lo halló culpable de homicidio especialmente agravado por el vínculo matrimonial, y lo condenó a purgar su culpa aplicándole la pena capital. 

El verdugo y criminólogo aficionado James Berry, que no fue quien lo finiquitó, se trasladó desde Inglaterra hasta aquella cárcel de Escocia a fin de dialogar con el penado. Tras la entrevista quedó convencido de que aquel hombre era igualmente culpable de la masacre acontecida en año anterior en los suburbios de Londres, y así lo afirmó públicamente. 
En la mañana del 24 de abril de 1989 William Henry Bury fue ejecutado. El día anterior admitió por escrito haber matado a su cónyuge, pero negó cualquier participación en los asesinatos de Jack el Destripador.

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