Sherlock Holmes. (Grandes detectives de ficción Cap. I)

Por Francisco Delgado y Susana Gómez

Hoy vamos a inaugurar esta nueva sección: "Grandes detectives de ficción" con el personaje que está considerado como el mejor y el más purista de los investigadores de todos los tiempos.

Conan Doyle fue el creador del mítico y célebre detective, e incluso podríamos decir que Sherlock, creado en 1887, se convirtió pese al escritor en su gran personaje, alguien que brillaba sin competencia dentro del gran género policíaco.
La biografía oficial en la que se relatan sus aventuras es conocida como "Canon holmesiano" y está compuesta por cuatro novelas y cincuenta y seis relatos recogidos en varios tomos, escritos exclusivamente por Arthur Conan Doyle.

primera edición 1887
El legendario detective asesor de Scotland Yard, apareció por primera vez en 1887, en "Estudio en escarlata", una obra escrita en tan solo tres semanas y con la que se inició la biografía oficial del personaje.
En un principio, Doyle para dar vida a su creación se inspiró en un médico al que conoció. El asesor iba a llevar el nombre de Sherrinford, pero algo en la mente del escritor le hizo cambiar de opinión, y terminó llevando el nombre que le ha hecho famoso.

El personaje va a ser descrito en las obras, por su amigo y cronista, el Dr. Watson, con el que comparte domicilio en el 221B de Baker Street.
Este colaborador y compañero de aventuras va a ser el narrador en la mayor parte de las historias, y decimos en la mayor parte, porque Holmes adoptará la función de narrador en dos de las historias y en otro par lo hará un narrador omnisciente.

Pero retomando lo dicho con anterioridad, Watson va a describir a su compañero como alguien alto y delgado, de carácter frío e irónico a la par que ingenioso, y sobre todo dotado de una gran inteligencia que se deja entrever por una mirada aguda y penetrante.

Retrato de Sherlock Holmes,
por Sidney Paget
También lo describe como alguien de carácter brusco y que aunque respeta al género femenino, no llega a confiar en ellas, de ahí que muchos críticos le hayan tildado de misógino, consideración que desde esta revista no compartimos.
Esto último no es un detalle que debamos pasar por alto, por eso debemos romper una lanza en su favor y decir que, en nuestra lecturas del canon holmesiano, solo le hemos visto actuar de modo caballeresco.
No hace falta revisar el contexto para saber que la época victoriana era misógina, y tanto hombres como mujeres se sometían a los cánones que regían en ella. Las novelas y relatos tan solo son el retrato auténtico de una época y de un lugar, la Inglaterra del siglo XIX.

Pero volvamos a centrarnos en el sujeto que hoy da luz a esta nueva sección.
Doyle configuró para él un perfil tan completo como complejo y le dotó de grandes dones.
Tocaba el violín, un Stradivarius, con maestría; y también era habilidoso en el arte del disfraz y en la apicultura. Presumía de ser un excelente boxeador, y cuando estaba ocioso le gustaban los juegos de química. Si se aburría en exceso recurría al consumo de drogas, concretamente a la cocaína, una dosis diluida al 7%, pero como decimos ese consumo era puntual y a consecuencia del aburrimiento.
En la segunda novela, "El signo de los cuatro" Holmes le explica a Watson el porqué de ese consumo:
"Supongo que su efecto físico es malo. sin embargo, la encuentro tan trascendentalmente estimulante y esclarecedora para la mente que ese efecto secundario tiene poca importancia.
Mi mente se rebela contra el estancamiento. Deme problemas, deme trabajo, deme el criptograma más abstruso o el análisis más intrincado, y me sentiré en mi ambiente. Entonces podré prescindir de estímulos artificiales"
Se le conoce un archienemigo: el profesor James Moriarty.
El profesor se va a convertir en su antagonista, a pesar de que solo hace acto de aparición en dos obras; un genio criminal cuya capacidad intelectual es comparable a la del investigador, el único al que Holmes admira, describiéndole como "El Napoleón del crimen" y que conseguirá, aparentemente, acabar con él, ya que en "La cascada de Reichenbanch", ambos luchan y se precipitan al vacío desde ella.

Pero las aventuras de Holmes no terminarán ahí.
Sherlock reapareció en "El regreso de Sherlock Holmes", para él habían pasado tres años y lo primero que debía hacer era justificar su ausencia y lo ocurrido.
Muchos expertos dicen que en esos tres años, Holmes se casa con su amante, Irene Adler, pero esas son solo historias "extraoficiales".
Pero dejadnos que os contemos más sobre esa muerte de Sherlock Holmes...

Os hemos hablado al comienzo de este párrafo de que Moriarty era el archienemigo de Holmes, pero quizás deberíamos preguntarnos si no fue el propio padre de la criatura, Arthur Conan Doyle su mayor enemigo.
Doyle ideó unas novelas puramente policiales donde se buscaba la resolución del caso, pero de lo que el autor no fue realmente consciente es que, a través de Sherlock Holmes, se había convertido en inmortal y había logrado que el género policíaco madurase, evolucionando y convirtiéndose en un modo de crítica social.
Sherlock, su gran protagonista de ficción, evolucionó al mismo paso, y se convirtió en un personaje con alma, para todos aquellos que disfrutaban de la lectura de sus hazañas.

El problema es que Doyle quería dedicar su tiempo a escribir otro tipo de obras, y parece que su gran creación se interponía eclipsando sus planes.
El escritor había creado una especie de monstruo que acaparaba las miradas y el éxito.
La envidia empezó a hacerse un hueco en la vida de Doyle que veía como las novelas tras ser publicadas dejaban de pertenecerle para pasar a ser propiedad del célebre investigador, por lo que la envidia pasó a convertirse en aversión y después en odio.
Sherlock Holmes brillaba más como personaje que Doyle como novelista.

El protagonista de sus obras se había hecho un hueco en el género policíaco, lo había hecho resurgir, y eso le impedía convertirse en un autor de novela seria; había llegado el momento de librarse de él y como ya habéis leído lo hizo en "La cascada de Reichenbanch".
Lo arrojó literalmente por la catarata y se libró del estorbo...
Pero con lo que no contó el famoso escritor fue con los miles de lectores que protestaron por las calles llevando crespones negros en el sombrero.
Doyle tuvo que resucitar al héroe por obligación, por petición popular, y eso no hizo más que agravar esa manía hacia el personaje.

Os hemos hablado de todo lo bueno de Doyle y de Sherlock, pero lo realmente grandioso de estas historias, lo que las hace sobresalir por encima de otras muchas, es que no solo narran los éxitos del personaje, hay algunas que también nos relatan sus fracasos, y ese detalle aporta a todo el canon holmesiano el toque de realidad.
Como curiosidad os diremos, que algunas novelas no narran solo una historia, sino que ensamblan dos novelas breves, como si Doyle no confiase lo suficiente en su capacidad para crear historias largas.
Por otro lado, hay otra cosa que nos llama mucho la atención, y es que en "El perro de los Baskerville", tercera novela, el detective está ausente durante gran parte de la historia. Después de comentar este detalle entre los redactores de esta revista, hemos llegado a la conclusión, de que esta obra es la mejor y la más compleja de toda la biografía holmesiana.
En otras, Holmes y Watson actúan como testigos, son el medio para que Doyle nos cuente lo que quiere.

Para terminar, si queréis ver alguna serie sobre sus casos yo os recomendaría la serie que hicieron para TV protagonizada por Jeremy Brett, un actor británico de formación clásica de teatro. Es una serie antigua, de la década de los 80 que se aleja de las de creación reciente, pero donde sobresale la  lograda ambientación.
El resto de películas, series, comics y cuentos, etc... son solo sucedáneos que se alejan de la descripción del personaje original, y para muestra un botón: la famosa coletilla que se le atribuye de "Elemental querido Watson" nunca fue pronunciada por él en las obras de Doyle.

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