Una leyenda británica con cinco víctimas a sus espaldas. (Jack el Destripador, un asesino de leyenda III)

Por Gabriel Pombo

En las postrimerías del siglo XIX, Londres, capital de Inglaterra, se erigía como la metrópoli del mayor imperio mundial de esa época. La zona más paupérrima de la gran urbe la conformaban los barrios bajos del sector este londinense, el llamado “East End”.  Esta última era vista como un ámbito marginal en abierta oposición al “West End” donde se congregaba la clase alta inglesa. Dentro del territorio del East End se ubicaba el distrito de Whitechapel –Capilla blanca– con sus barrios pobres y conflictivos.

Este sector de la ciudad configuró el terreno que sirvió de coto de caza durante un muy restringido período, desde agosto hasta noviembre durante el otoño europeo del año 1888, a un asesino serial que mató y mutiló con insólito ensañamiento al menos a cinco mujeres.
Sin duda el victimario secuencial que la historia registró con el alias de “Jack el Destripador” realmente existió. 
No constituyó un personaje de fantasía, como sí lo fuera el Conde Drácula creado por Bram Stoker o el Mr. Hyde imaginado por Robert Louis Stevenson, por sólo citar dos ejemplos de obras literarias contemporáneas a los crímenes facturados por Jack.

La saga del este criminal anónimo y jamás capturado ha dado origen a una extensísima colección de libros, artículos periodísticos, escenificaciones teatrales y una vasta filmografía. 
Hoy por hoy alcanza con ingresar a Internet y posicionarnos en el sitio web “Casebook Jack the Ripper” para formarnos una idea –cuando menos somera– sobre la impresionante cantidad y versatilidad de cuánto se ha dicho y escrito con respecto a las andanzas de este individuo y la mitología edificada a su alrededor.
Y es que Jack el Destripador representa, ante todo, una leyenda británica.

Resulta desde hace mucho tiempo parte componente del folklore inglés al punto tal de que, por mencionar un caso, en la actualidad se siguen haciendo visitas guiadas a los lugares donde se perpetraron aquellos homicidios pese a que ya han transcurrido más de ciento treinta años de acaecidos esos luctuosos eventos.

Los asesinatos cometidos por este psicópata victoriano –en tanto emprendió su matanza desde fines del verano y del otoño europeo del año 1888 en pleno reinado de la Reina Victoria– revistieron, paradójicamente, algún efecto positivo. Por lo menos sirvieron a modo de llamado de atención para el gobierno inglés de la época hacia los profundos problemas sociales existentes en el país entonces más poderoso del mundo.
Ello no se hubiera conseguido de no ser por la intensa difusión mediática que se le confirió al asunto y la tremenda conmoción que esos sórdidos acontecimientos provocaron.
Al poco tiempo se formarían fundaciones benéficas para auxiliar a los sumergidos de los barrios bajos y se aliviarían en parte las condiciones miserables en que vivían los pobladores de los suburbios pobres de la zona este de Londres, como el distrito de Whitechapel donde tuvieran cabida los crímenes.

Pero parece muy claro que las motivaciones del asesino no eran altruistas. 
Aunque la desconcertante compulsión que lo llevaba a matar continúa siendo objeto de polémica hasta hoy día, ciertamente habría que descartar cualquier interés moral detrás de sus destructivos actos.
El impacto que tal matanza ejerció sobre la sociedad victoriana fue tremendo, al extremo de que hizo volver la atención de las clases altas y del resto de la población a la problemática de la marginalidad y la miseria entonces imperante en los suburbios de Gran Bretaña.

Así fue que el dramaturgo contemporáneo a los sucesos George Bernard Shaw apuntó en una carta dirigida al periódico Star publicada el 24 de setiembre de 1888: 
“…Mientras nosotros convencionales Social Demócratas, desperdiciábamos nuestro tiempo en educación, agitación y organización, cierto genio independiente tomó el asunto en sus manos y mediante el simple asesinato y descuartizamiento de cuatro mujeres convirtió a la prensa burguesa en una forma inepta de comunismo…”.
No hay certeza de si el psicópata perpetró más crímenes que los cinco que se le adjudican y tampoco se sabe si ejecutó algún homicidio fuera de los márgenes de Whitechapel y sus barrios aledaños. Sin embargo, no existen registros firmes sobre asesinatos llevados a cabo con igual modus operandi por aquel tiempo en otros rincones de la gran isla británica.
Por tal razón, los especialistas en el asunto mantienen cierto consenso al estimar que las mujeres eliminadas a manos del maníaco resultaron cinco. 
Esta posición se adhiere al parecer del Inspector de Scotland Yard Sir Melville Macnaghten, quien con enfática redundancia declaró que el Destripador habría cobrado:
 “cinco víctimas y nada más que cinco”.
De tales presas humanas denominadas "canónicas", al estimar los expertos que muy posiblemente fueron ultimadas por este victimario, se publicará una serie de notas en las cuales se recrearán los últimos instantes de esas infortunadas (Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddowes y Mary Jane Kelly) de acuerdo difundieron en los periódicos británicos, y surge de archivos policiales, informes de autopsias y registros de las encuestas judiciales instruidas a causa de sus óbitos.

A los ciento treinta y un años de la tragedia que costó al menos cinco vidas humanas, TNT. revista digital dedicará los venideros artículos en honor y recuerdo de las patéticas víctimas de aquella añeja historia, y en respeto de todos los seres humanos que en nuestro presente siglo XXI continúan perdiendo la vida ante fuerzas tan oscuras, absurdas e insondables como las que se dieron cita durante aquel otoño inglés de 1888.


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